Madre mía

Madre.

Ahora que estoy convirtiéndome en una, comprendo el maravilloso milagro de la vida. Gracias a ti, a mi padre y a Dios por permitirme vivir. Debido que desde tu vientre, me acompañaste y me cuidaste, en la unificación de nuestras dos almas en tú cuerpo. Allí, eramos solo nosotras. En el que a la quinta semana se formo este corazón que desde entonces no ha dejado de latir de amor por ti.
Eres mi mayor razón de admiración, a la que le debo tanto y aun con poco me entregas todo. Gracias, una palabra que infinitamente no me cansaría de decirte. Porque mi memoria hace que me acuerde de tanto que he vivido agradeciéndole a Dios que estés a mi lado.
Cuando me hacías mis trajes de felpa, tan perfectos a mi medida, cuando dejabas que me colocara tatuajes temporales de animales por todo el cuerpo y que andará por toda la casa, luciendolos. Estuviste el día que se me perdió mi conejito, o aquella despedida en la terminal en donde te llore por pensar que no te volvería a ver.
También recuerdo los domingos de cine, que sin falta estábamos todos reunidos, mis sesiones de fotos que siempre capturas lo que tengo en mente, ese talento lo tienes tú, sumando la paciencia de mi mal humor. Me acuerdo de cada cumpleaños en donde nunca me ha faltado mi torta y esos regalos que son tus deseos en mi cumplidos, recuerdo cada diciembre en donde el trabajo siempre me has inculcado desde vender barbie's, patines, ropa, con el fin de enseñarnos que el dinero cuando se gana tiene un aroma a sudor.
Gracias madre, por convertirme en la mujer que soy, guardo cada dicho tuyo por ejemplo: "Es mejor que sobre a que haga falta", "Perder para conocer, no es perder",  "Vaya y ganele a todos esos perdedores", "Que Dios la ampare y la favorezca". Y otros que siempre marcan una voz tuya grabada cuando los recuerdo.
Me acuerdo tanto de mi uniformes, al tenerlos tan bien cuidados para usarlo, mis zapatos embetunados y mis cuadernos con marjen. Los regaños, las mechoniadas, las garroteras, los pellizcos, que me hicieron ser tan independiente y no necesitaba de nadie para hacer mis tareas.
Las credenciales, las calcomanías, los stiker, que me comprabas al por mayor para venderlos en el salón, en el que con el dinero que hacia, aprendí lo que se llama: ahorrar.
Los viajes que me acompañas, en el que estas pendiente si orino, que si duermo, que si tengo hambre. Eso es muy bonito Mami.
Tengo demasiados momentos favoritos y revelarlos hacen que salgan unas lágrimas de felicidad. Y también hay otros muy tristes, sin embargo siempre estuviste allí siendo mi apoyo.
Te amo, hasta que la eternidad decida a juntarnos por siempre.


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